Injertar requiere un poco de habilidad, pero es una actividad muy habitual y común al alcance de cualquier agricultor y/o aficionado a la jardinería. Con prestar atención y practicar un poco se tendrá resultados muy rápido.
En diálogo con Eco&Agro, el ingeniero agrónomo Pedro Matías Bakos, de la Estación Experimental Agropecuaria Cerro Azul del INTA, compartió una serie de recomendaciones a tener en cuenta para llevar a cabo esta técnica con éxito.
Antes que nada, el profesional indicó que “un injerto es la unión entre dos especies. Es una planta, que la formo con al menos dos especies o variedades. Esto quiere decir, que estoy juntando la raíz de una planta, de un individuo, con la copa de otra”, de este modo, “voy a tener las raíces con las características de une especie, que en general se busca que sea fácil reproducción, resistente a plagas, enfermedades de suelo, condiciones de suelo, anegamiento, sequias y distintas condiciones ambientales que pueden afectar a una planta a nivel de raíz. La parte productiva, o la parte ornamental que sea vistoso, que sea único”.
Mediante esta técnica se une una porción de una planta, la llamada variedad o injerto en sí, en el cuerpo de otra, el patrón o pie.
Generalmente, el injerto se practica para aprovechar las virtudes de ambas plantas y mejorar o potenciar la productividad. También, para conservar las características de una planta, replicándola. Con el injerto, es posible tomar una parte de esa planta y multiplicarla sin necesidad de semillas. Hay especies que se reproducen únicamente por injerto, como por ejemplo coníferas, o la que se suele ver en la provincia, el lapacho blanco.
“En la parte de agricultura, hay una serie de factores por los cuales se injerta. El principal, es unificar la producción, y así evitar que cada planta sea distinta a la planta de a lado, con diferentes fechas de cosecha, de brotación, forma de la planta. Si quiero producir eficientemente y quiero manejar el cultivo, necesito unificar”, señaló Bakos.
Esta técnica también es útil para aprovechar las raíces maduras. Si la planta patrón es más madura, tendrá un sistema radicular mejor desarrollado que una planta joven e impulsará más savia. Si se une a un injerto joven, éste se beneficiará de esos nutrientes y será productivo mucho antes.
Además, suelen intervenirse aquellas plantas a las que les cuesta producir raíces, con otras más fáciles de enraizar.
En el caso de los frutales, estos pueden tardar años en dar fruto. “Casi todos los frutales, son plantas muy longevas pero que también demoran muchos años en entrar en producción. Una planta que demore 10 años en entrar en producción, injertándola puedo lograr que el año que injerto ya tenga frutas”, sugirió el profesional.
Si se injerta la rama de un árbol maduro productivo en un patrón joven, se tendrá un árbol completo que puede dar fruta en el siguiente año. Por lo tanto, esta práctica puede acortar el tiempo de maduración.
El motivo es que el éxito del injerto radica en poner en contacto el llamado cámbium, una capa situada debajo de la corteza. Esa estructura interna cambia de una especie a otra, por lo que es necesario buscar las más parecidas. Es la manera de asegurar que las partes se fusionen, la corteza se cierre y la savia recorra el tejido interno sin interrupciones para alimentar al injerto.
“Si bien hay 20 tipos de injertos diferentes, casi todo se unifica en dos tipos y dos épocas. Básicamente, son púa, yema, y hablando de ornamentales, se usa también de aproximación. El de aproximación es el menos usado porque demora mucho”, explicó. “Demora tres o cuatro años en prender el injerto”, comentó el ingeniero, y como el objetivo es que tanto la raíz como la parte aérea estén unidas a la planta madre, condición que lo convierte en un sistema complejo.
Expresó que “en agricultura, lo más usado es injerto de púa o injerto de yema”, destacó. “En citrus, y prácticamente todas las especies que tienen hojas perennes, el que más se usa es el injerto de yema”.
“Lo que tenemos que hacer es unir la zona de crecimiento del pie con la planta que queremos arriba, con esa púa o esa yema. La zona de crecimiento está justo inmediatamente por debajo de la corteza, entonces necesitamos que se unan y al unirse van a formar un callo. Ese callo va a transformarse en haces vasculares que va a unir las dos plantas”, agregó.
Como recomendaciones finales, el ingeniero resaltó cuatro ítems: “Lo principal es que la navaja y la tijera estén bien afiladas y desinfectadas”. Además, “hay que tener mucha precaución con el tema climático. En un día de viento norte se deshidrata rápido el material”. También se debe tener en cuenta el corte que se realiza, “tratar de que sean prolijos, que de una sola vez salga el corte, y para eso hay que practicar”. “Otra de las precauciones que hay que tener es atar bien el injerto. Necesitamos que esté en esa zona de crecimiento, que no se deshidrate y que no se mueva. Entonces, el atado tiene que ser muy firme. Si no se ata bien, va a estar deshidratándose y moviéndose”, indicó.
Los dos productos más habituales para el atado son nylon de 50 micrones y una cinta de parafina autoadherente. No recomienda el uso de teflón.
Para Bakos “es un arte”
El ingeniero Bakos definió a esta técnica como un arte. “Hay que agarrar la navaja, ponerse a cortar material, hacer cortes, hasta que sale”, aseguró.
Si bien se puede injertar durante todo el ciclo de cultivo, durante todo el período en el cual esta verde, la precaución está en que si se hace a la intemperie debe ser: “De octubre a noviembre y después pasado febrero. Porque si lo hacemos en diciembre o enero, la falla es prácticamente total por las condiciones. El calor que hace lo deshidrata”, recomienda el ingeniero.
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